Celestial cardinal

Cuentos capturados

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The Seraphic Cardinal: Guardian of the Ethereal Forest

por Bill Tiepelman

El Cardenal Seráfico: Guardián del Bosque Etéreo

En un mundo paralelo al nuestro, donde la realidad se mezcla con lo fantástico, se encuentra un bosque encantado conocido como el Bosque Etéreo. Este bosque es el hogar de una criatura tan mística como el propio reino del Crepúsculo: el Cardenal Seráfico . Las leyendas susurradas entre los ancianos hablan de sus plumas que capturan la esencia misma del amanecer y el anochecer, tejidas a partir de la paleta celestial del cosmos. Fue una mañana, besada por la tierna luz de una luna creciente que se desvanecía en el sol naciente, que un viajero se encontró bajo las antiguas ramas del Bosque Etéreo. Su viaje había sido largo y lleno de sombras, su corazón cargado de penas no expresadas. La desgracia había sido su constante compañera, llevándolo a través de un interminable laberinto de desesperación hasta que los secretos susurrados del bosque guiaron sus cansados ​​pies hasta el claro del Seráfico Cardenal. El viajero, cuyos ojos reflejaban la tormenta interior, observó con silencioso asombro cómo el cardenal extendía sus espléndidas alas. Las plumas revoloteaban como cintas de seda, proyectando ondas prismáticas en el aire, cada movimiento una pincelada que pintaba el mundo de nuevo. Los ojos del Cardenal Seráfico se encontraron con los suyos, con una profundidad que hablaba de sabiduría antigua y una gentil empatía por el peso que llevaba. Como si sintiera la agitación interior del viajero, el cardenal empezó a cantar. La melodía que se derramó no fue solo una canción sino una sinfonía del universo mismo. Las notas caían en cascada como una cascada celestial, resonando con el latido mismo del corazón de la creación. El viajero sintió la música filtrarse en su ser, bañando su alma como las primeras lluvias de primavera, calmando el paisaje reseco de su espíritu. En presencia de esta melodía, las cargas del viajero comenzaron a deshacerse, cayendo como hojas en una brisa otoñal. Recuerdos de risa y alegría, enterrados hacía mucho tiempo bajo los escombros del implacable avance de la vida, florecieron una vez más en su mente. El canto del Cardenal Seráfico no era simplemente un sonido sino un bálsamo curativo, que revivía sueños olvidados y susurraba promesas de esperanza. Con un trino final que pareció hacer eco del comienzo de los tiempos, el cardenal se elevó hacia el cielo. Sus alas dejaban un rastro de plumas luminosas que se disolvían en motas de luz, ungiendo al viajero con una energía radiante. Se levantó, ya no prisionero de su pasado, con los ojos brillantes con la claridad de un alma renacida. El viajero partió del Bosque Etéreo, llevando en su interior el canto eterno del Seráfico Cardenal. Ya no deambuló más, porque había encontrado su propósito: convertirse en un narrador de historias, un tejedor de cuentos, difundir la leyenda del Bosque Etéreo y su guardián celestial. Su historia, un faro para quienes caminaban en la oscuridad, ofrecía una verdad simple: dentro del abrazo de la magia, hay curación, esperanza y la oportunidad de comenzar de nuevo. Y así, el Cardenal Seráfico continúa habitando en el corazón del Bosque Etéreo, un guardián de todo lo que es puro e inspirador, grabando para siempre su legado en el tapiz del cosmos, esperando que la próxima alma cansada entre en el claro y experimente el poder transformador de su canción de otro mundo.

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