Celestial Owl

Cuentos capturados

View

The Midnight Council

por Bill Tiepelman

El Consejo de Medianoche

En los bosques densos y sombríos, donde la luz de la luna luchaba por atravesar el dosel, se llevó a cabo una reunión peculiar. Entre los aldeanos se susurraban leyendas sobre un consejo que se reunía solo una vez al siglo: una asamblea de tres seres ancestrales unidos por un pacto forjado en reinos más allá de la comprensión humana. Eran los protectores, los guardianes silenciosos del equilibrio, convocados en tiempos de grave peligro. Esta noche, el Consejo de Medianoche había regresado. El gato: guardián de secretos En una rama nudosa y cubierta de musgo, la gata negra se estiraba perezosamente, con sus luminosos ojos amarillos entrecerrados. Su liso pelaje de color obsidiana brillaba tenuemente bajo el resplandor de la luna, exudando un aura de elegancia intocable. Conocida como Nyra, la Guardiana de los Secretos, la gata poseía el conocimiento de cada susurro, cada juramento y cada verdad oculta pronunciada bajo las estrellas. Ronroneaba suavemente, su voz se abría paso en la noche, enviando ondas a través del tejido de lo invisible. —El bosque tiembla —murmuró Nyra, sus palabras eran como seda, pero cargadas de presagio—. Algo se agita en la oscuridad, una fuerza desatada. El Zorro: heraldo del cambio A su lado, posado con una elegante postura, el zorro rojo agitaba la cola, una estela de fuego contra la sombra. El zorro, llamado Eryndor, era el heraldo del cambio, un vagabundo entre mundos que llevaba los susurros de destinos cambiantes. Sus ojos ambarinos ardían con una inteligencia feroz y escrutaban el horizonte como si leyera los hilos del destino que se desenredaban ante él. —El cambio no es ni amigo ni enemigo, Nyra —respondió Eryndor, con una voz suave y teñida de un matiz travieso—. Simplemente es así. Pero esto... esto huele a caos salvaje. El Búho: Guardián del Velo Por encima de ellos se alzaba el gran búho cornudo, con su mirada penetrante fija en la oscuridad que se extendía más allá. Conocido como Astrava, el Guardián del Velo, el búho era el guardián de la frontera entre el plano mortal y lo inmenso y desconocido. Sus plumas tenían las marcas de runas antiguas, que brillaban débilmente, como si las hubieran grabado manos olvidadas hacía mucho tiempo. —Es como temía —dijo Astrava, con una voz resonante y antigua, que llevaba el peso de milenios—. El Velo se ha adelgazado. Se ha abierto una grieta que permite que lo que fue desterrado se filtre. Si no se controla, consumirá no solo este bosque, sino toda la vida ligada a este reino. La grieta El trío guardó silencio, su presencia combinada era un ritual tácito de poder. De la oscuridad del bosque surgió un gruñido gutural, un sonido tan primario que provocó escalofríos en la tierra. Lentamente, la oscuridad tomó forma, una masa de sombras que se retorcían y contorsionaban en formas grotescas. Cientos de ojos brillaban en el vacío, llenos de hambre y odio. —El Devorador —entonó Astrava—. Una reliquia de las antiguas guerras. Se alimenta del miedo y la desesperación y se hace más fuerte con cada alma que consume. Nyra arqueó la espalda y se le erizó el pelaje. —Entonces debemos recordarle por qué fue desterrado al abismo. —Entrecerró los ojos y brillaron como soles gemelos—. No se dará un festín aquí. El ritual de la unidad Los tres seres ancestrales cerraron los ojos y sus energías se fusionaron en una esfera radiante de luz. Nyra canalizó los secretos del universo, tejiendo hechizos con su voz, cada palabra era una daga que atravesaba la oscuridad. Eryndor bailó a lo largo de la rama, sus movimientos eran gráciles e hipnóticos, invocando los vientos de la transformación para destrozar las sombras. Astrava extendió sus alas y se escuchó un estruendo atronador mientras el aire vibraba con el poder ancestral, sellando el Velo una vez más. El Devorador rugió y atacó con zarcillos de oscuridad, pero no fue rival para la fuerza unida del Consejo de Medianoche. Con un último grito ensordecedor, la criatura fue succionada hacia el abismo y su presencia fue borrada del reino de los mortales. La grieta se selló con un destello brillante y el bosque quedó inquietantemente silencioso. Una partida silenciosa A medida que se acercaba el amanecer, los tres guardianes permanecieron inmóviles, sus cuerpos iluminados por los primeros rayos de sol que atravesaban el dosel. Nyra saltó, con movimientos fluidos, y avanzó en silencio hacia la maleza. Eryndor se dio la vuelta, su cola rozando el aire como un rayo de fuego, antes de desaparecer en el bosque. Astrava se elevó hacia los cielos, sus enormes alas cortando la niebla matinal. Y así, el Consejo de Medianoche se disolvió una vez más, y su pacto se cumplió. El bosque volvió a su letargo, sin percatarse de las antiguas fuerzas que habían luchado por preservar su santidad. Pero en los corazones de aquellos que se atrevieron a aventurarse demasiado, persistía un sentimiento inquebrantable: de ojos que observaban, de poder invisible y de un silencio que lo decía todo. Porque el Consejo de Medianoche siempre estaría allí, esperando, observando, listo para levantarse de nuevo cuando el equilibrio se viera amenazado. Productos inspirados en The Midnight Council Lleva la mística y el poder de "El consejo de medianoche" a tu hogar con estos productos bellamente elaborados, disponibles exclusivamente en Unfocussed Shop . Ya sea que quieras adornar tus paredes o sumergirte en el espíritu de la historia, estos artículos son la incorporación perfecta a tu colección: Tapiz : Transforme su espacio con este impresionante tapiz de pared, que presenta el intrincado arte de "The Midnight Council". Impresión en lienzo : Mejore su decoración con una impresión en lienzo de primera calidad, que captura las texturas vibrantes y la mística del consejo. Rompecabezas : sumérgete más profundamente en la historia con este atractivo rompecabezas, perfecto para momentos tranquilos y reflexivos. Patrón de punto de cruz : Da vida a este impresionante tapiz visual, que presenta el intrincado arte de "El Consejo de Medianoche". Pegatinas : lleva un trocito del consejo contigo dondequiera que vayas con estas pegatinas duraderas y de alta calidad. Explora estos productos y más para llevar la magia del Consejo de Medianoche a tu vida cotidiana. Visita la tienda aquí .

Seguir leyendo

The Snow Queen and Her Celestial Owl

por Bill Tiepelman

La Reina de las Nieves y su Búho Celestial

En los confines más lejanos del norte, donde el aire brillaba con un frío tan antiguo que susurraba canciones olvidadas, reinaba la Reina de las Nieves. No era una monarca común. Su gobierno no se extendía sobre tierras o ciudades, sino sobre el delicado equilibrio del invierno mismo. Cada copo de nieve que caía, cada aliento cargado de escarcha que se exhalaba en la quietud, llevaba su firma. El mundo la conocía como Solvara, la guardiana de los secretos helados. Su palacio, un laberinto de belleza cristalina, se alzaba al borde de un río helado que nunca se descongelaba. Torres de hielo irregular se elevaban en espiral hacia el cielo, refractando la luz en colores espectrales durante el breve crepúsculo de los días polares. Dentro de esas paredes relucientes, el tiempo parecía suspendido. Los visitantes, por raros que fueran, a menudo hablaban de sentir el peso de la eternidad presionando suave pero firmemente sobre sus pechos. La propia Solvara había vivido siglos, su vida se había prolongado y parecía un sueño, una historia sin fin. Solvara no estaba sola en su vigilia. En su mano enguantada siempre había posada una lechuza celestial llamada Veylith. La lechuza no era una criatura común. Sus plumas brillaban tenuemente, como si estuvieran salpicadas de polvo de estrellas, y sus ojos no reflejaban el mundo que lo rodeaba, sino las constelaciones. Veylith era su compañera, su centinela y su espejo: una criatura nacida de la misma magia misteriosa que ataba a Solvara a su reino helado. La carga de la reina Aunque su dominio era de una belleza impresionante, era un reino solitario. El papel de Solvara no nació de una elección, sino de una necesidad. Hace mucho tiempo, había sido una mujer mortal, una mujer cálida y alegre que vivía en una pequeña aldea enclavada en el borde de un bosque común. Un invierno fatídico, una plaga arrasó su hogar, robando el aliento de su gente y amenazando con sumir a la región en la desesperación. Desesperada por salvarlos, buscó la guía de un antiguo espíritu que se decía que habitaba en los campos de hielo del norte. El espíritu, un ser resplandeciente de hielo y sombra, le ofreció un trato. Solvara recibiría el poder de detener la plaga y cubrir la tierra con el frío purificador del invierno, pero a cambio, renunciaría a su vida mortal. Se convertiría en la Reina de las Nieves, una guardiana eterna del invierno, que nunca volvería a sentir el calor del sol ni el contacto de la mano de otra persona. Sin dudarlo, aceptó, su amor por su pueblo superaba el costo de su humanidad. Así los salvó, pero al precio de su propia libertad. Con el paso de los siglos, su recuerdo de aquella época se había desvanecido como un copo de nieve que se derrite contra una palma cálida. Ya no podía recordar los rostros de aquellos a quienes había salvado, solo el dolor de su ausencia. Un visitante del sur Una noche interminable, durante la estación oscura en la que el sol no sale, una figura apareció en el borde de su reino. Solvara, siempre atenta, vio al visitante antes de que llegaran a sus puertas. Era un hombre, envuelto en pieles pesadas, su aliento visible en el aire helado. A diferencia de los pocos que se habían aventurado en su reino a lo largo de los años, este hombre no llevaba codicia ni violencia en su corazón. En cambio, ella percibió algo desconocido: dolor, pesado e inquebrantable. Curiosa, Solvara descendió de su trono helado y salió a la noche, con Veylith deslizándose silenciosamente sobre ella. Cuando se acercó, el hombre cayó de rodillas, con la cabeza inclinada. “Su Majestad”, dijo con voz temblorosa, “he venido en busca de un milagro”. Ella lo miró en silencio, con sus ojos plateados indescifrables. —Los milagros —dijo, con voz suave y fría como la nieve— siempre exigen un precio. El hombre levantó la vista, con el rostro surcado por el dolor. “No me queda nada para dar, salvo a mí mismo”, dijo. “Mi esposa… me la arrebataron. Una enfermedad repentina, cruel y repentina. No puedo seguir adelante sin ella. Si no puedes traerla de vuelta, entonces te pido, por favor, que me lleves mis recuerdos de ella. Déjame olvidar el dolor”. Solvara sintió una punzada en lo más profundo de su ser, una grieta en la armadura glacial que había construido alrededor de su corazón a lo largo de los siglos. Entendía la pérdida; era el hilo que la unía a su reino. Pero no había olvidado el costo de manipular la vida y la muerte. —No puedo devolver a los muertos —dijo con dulzura—. Tampoco puedo robar los recuerdos del amor, por dolorosos que sean. Pero puedo darte algo más. El don de la perspectiva Extendió la mano y Veylith voló hacia ella, posándose delicadamente en su muñeca. —Éste es Veylith, mi centinela. A través de sus ojos, verás la inmensidad del mundo: las constelaciones que iluminan los cielos, las tormentas que dan forma a la tierra, los momentos tranquilos de belleza que existen incluso en el dolor. No borrará tu dolor, pero puede ayudarte a soportarlo. El hombre dudó y luego asintió. Solvara sostuvo su mano libre sobre su corazón y una luz tenue brilló entre ellos. Cuando ella se apartó, el hombre jadeó. Sus ojos reflejaban ahora las mismas constelaciones iluminadas por estrellas que los de Veylith y, por primera vez en años, sintió que el peso aplastante de su dolor se aliviaba levemente. —Vete ahora —dijo Solvara, con un tono de esperanza en la voz—. El mundo es enorme y no estás sola. Una mirada a la humanidad Mientras el hombre desaparecía en la distancia, Solvara se volvió hacia su palacio, con pasos más lentos de lo habitual. Veylith volaba delante, con sus alas silenciosas cortando el aire helado, pero por primera vez en siglos, la Reina de las Nieves sintió el despertar de algo que había olvidado hacía mucho tiempo: el anhelo. El dolor del hombre le había recordado su propia humanidad, enterrada profundamente bajo la nieve y el hielo de su existencia inmortal. Mientras subía los escalones helados de su trono, se detuvo y contempló las estrellas. “Tal vez”, murmuró, “incluso el invierno deba terminar algún día”. Veylith inclinó la cabeza y sus ojos llenos de constelaciones la observaron atentamente. Y por un breve instante, la Reina de las Nieves se permitió soñar con la primavera. Lleva a la Reina de las Nieves a tu hogar Sumérgete en el encantador mundo de "La Reina de las Nieves y su Búho Celestial" con productos asombrosos inspirados en esta mágica escena invernal. Ya sea que estés buscando adornar tu espacio con elegancia real o encontrar el regalo perfecto para un entusiasta de la fantasía, estos artículos seleccionados son perfectos para capturar la belleza etérea de la historia. Tapiz: Transforma tus paredes en un paraíso invernal con este impresionante tapiz, que muestra a la Reina de las Nieves en toda su gélida majestuosidad. Impresión en lienzo: Da vida a esta obra de arte de ensueño con una impresión en lienzo de alta calidad, perfecta para agregar un toque de elegancia mística a cualquier habitación. Rompecabezas: Arma la magia con un rompecabezas que presenta a la Reina de las Nieves y su compañero celestial: una actividad perfecta para las tranquilas noches de invierno. Bolso de mano: lleva un trocito del reino de la Reina de las Nieves contigo dondequiera que vayas con este elegante y práctico bolso de mano. Explora estos y otros artículos exclusivos en nuestra tienda para llevar la mística y la belleza de la Reina de las Nieves a tu vida cotidiana. Compra ahora .

Seguir leyendo

Explore nuestros blogs, noticias y preguntas frecuentes

¿Sigues buscando algo?