
por Bill Tiepelman
Guardián Místico: El Lobo de los Mil Sueños
En las horas tranquilas entre el anochecer y el anochecer, cuando las sombras se alargan y el viento murmura nombres olvidados, el bosque respira con algo más que hojas. Fue aquí, en la frontera prohibida entre la realidad y el mito, donde los aldeanos hablaron de una presencia no limitada por la carne, sino tallada en el sueño y el fuego. Lo llamaron Avenar , el Lobo de los Mil Sueños. Avenar no nació, sino que fue tejido . Las viejas historias decían que su pelaje estaba cosido con hebras de fuego estelar, sus ojos forjados en el horno negro entre los mundos. Contemplarlo era vislumbrar todos tus arrepentimientos a la vez, bañados por un silencio cósmico. Los niños se retaban a cruzar el Río Hollowroot —la frontera del mundo despierto— para buscar su rastro. Ninguno regresó intacto. Pero esta noche fue diferente. Ella venía de la ciudad. Su chaqueta de cuero estaba agrietada por el uso, sus botas manchadas de sangre y secretos. Se llamaba Elira y portaba una espada con forma de luna creciente, tan marcada como su superficie. Una Guardiana. Elegida no por los dioses, sino por las consecuencias. No llevaba marca ni bendición. Solo un propósito . Los susurros de los árboles de Elderglen se enroscaron en su mente como niebla: Él está despierto. No se inmutó cuando el aullido gélido se alzó desde las profundidades del valle, antiguo y doloroso. En cambio, lo siguió. Más allá del bosque donde el tiempo se curvaba, más allá de las rocas que sangraban plata al ser tocadas por la sombra. Sabía que el lobo la esperaba, no para atacar, sino para pesarle el alma. Se encontraron bajo el templo olvidado, medio consumido por la hiedra y la luz de la luna. El aliento del lobo agitaba las estrellas. Su pelaje ondulaba con tonos fractales, un mosaico viviente de sueños perdidos y encontrados. Sus ojos, como orbes ardientes, profundos y conocedores, se clavaron en ella. Elira se arrodilló. «No busco la absolución», dijo, «sólo la verdad». El viento amainó. Los árboles se inclinaron. Y con una voz que era a la vez trueno y susurro, el lobo respondió: «Entonces, recorre el camino de los que nunca duermen». La noche se quebró. Un portal de memoria y locura se abrió tras él, un remolino de vidas no vividas y momentos no nacidos. Elira avanzó, con la espada zumbando de luz, hacia el pliegue de la eternidad misma. Tras ella, el bosque se cerraba como un secreto. Solo quedaba el aullido, resonando por todos los reinos. El sueño que caza No había arriba ni abajo. Solo la espiral. Elira cayó y voló a la vez, su mente entrelazada con vidas, la suya y la de otros. Recuerdos ajenos se clavaron en sus sentidos: un hijo perdido en invierno, un amante devorado por el fuego, una guerra que nunca existió. El camino onírico no era una simple visión; era un ecosistema que respiraba dolor y esperanza a partes iguales. El Lobo de los Mil Sueños la guió a través de él, no como una guía, sino como una prueba. «Cada paso adelante», le había dicho con una voz que sonaba como campanas oxidadas, «es una verdad al descubierto». Primero, conoció a la cazadora en la que podría haberse convertido. En esa etapa de la existencia, Elira había matado a Avenar antes de que su aullido tocara el cielo. Llevaba su piel como una corona, gobernaba aldeas con miedo. Sus ojos estaban vacíos, su sonrisa cruel. Cuando sus miradas se encontraron a través del fino velo, ambas versiones de ella gruñeron. Ella se tambaleó hacia atrás y volvió a entrar en la espiral. Luego llegó la niña. Una niña de trenzas plateadas y ojos disparejos, que sostenía una flauta de hueso hecha con la columna vertebral de su madre fallecida. Miró a Elira, no con miedo, sino con reconocimiento. «Me dejaste», susurró la niña. «Y el sueño se convirtió en una jaula». El mundo a su alrededor era árido: cenizas, tierra agrietada, sin estrellas en el cielo. La Guardiana cayó de rodillas. Su espada tembló. No podía distinguir si la chica era del futuro o del pasado, una consecuencia o una advertencia. Pero Avenar estaba mirando. El lobo emergió de nuevo de las fisuras estrelladas, silencioso como un aliento. Su forma había cambiado; ya no era completamente lobuna. Alas con plumas de tinta cósmica brillaban tras él, y sus extremidades se doblaban como ninguna criatura terrestre debería. Su voz, cuando llegó, resonó en sus huesos. Crees que tu fuerza está en la espada. Pero tu carga es más vieja que el acero. Elira se levantó lentamente, con la voz ronca. «Entonces dime qué llevo». Avenar la rodeó, con sus ojos como soles llameantes. «Llevas en tu interior cada alma que clamaba justicia. Cada susurro ignorado. Cada pesadilla que nunca enfrentaste. No estás aquí para derrotarme, Elira. Estás aquí para convertirte en mí». La comprensión lo golpeó como un rayo. Esto no era una prueba para conquistar al lobo guardián. Era un rito para heredar su legado. Elira contuvo la respiración. Su espada se hizo añicos, voluntariamente, astillándose en motas de luz que se incrustaron en su piel. Sus huesos se sentían más pesados, más viejos, hechos de bosque, fuego y dolor. Cayó de rodillas mientras los últimos ecos de su antiguo yo se desvanecían. Cuando ella se levantó, sus ojos reflejaron los de él. Y la espiral cambió. Ahora se encontraba en la entrada del templo olvidado, medio consumida por la hiedra y la luz de la luna. Un joven se acercaba, con el arma a la espalda y el alma destrozada por el dolor. No veía a una mujer. Vio una bestia mítica, con el pelaje adornado con fractales brillantes, ojos que brillaban con cada sueño que había enterrado. Cayó de rodillas. «No busco gloria, solo paz». Elira, la nueva Avenar, respiró profundamente y pronunció sus primeras palabras como Guardiana del Sueño: "Entonces camina el camino de aquellos que nunca duermen." El aullido se alzó de nuevo, antiguo y feroz, extendiéndose a través de las dimensiones como un faro. Un nuevo guardián vigilaba. Una nueva espiral había comenzado. Y en algún lugar lejano, un niño soñó con un lobo plateado y sonrió mientras dormía. Trae al Guardián Místico a tu Mundo Si la leyenda de Avenar te conmovió profundamente, ahora puedes llevar su historia a tu espacio. 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