surreal journey

Cuentos capturados

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Serenade of the Sakura and Stars

por Bill Tiepelman

Serenata de los Sakura y las Estrellas

El río siempre le había susurrado a Rei. De niña, se sentaba a la orilla, sumergiendo los dedos en el agua fresca, observando a los koi deslizarse bajo la superficie. Su abuela le contó una vez una historia: «Los koi que nadan contra la corriente, si son lo suficientemente fuertes, se transforman en dragones». Ella lo creyó entonces. Quería ser uno de ellos, una criatura legendaria, desafiando al destino. Pero el destino nunca había sido amable con ella. La vida había sido una corriente implacable, arrastrándola a través del desamor, la pérdida y la desesperación silenciosa. El peso de los sueños incumplidos se asentó en su pecho como piedras, y en algún punto del camino, dejó de luchar contra la corriente. Los peces koi del río ya no la inspiraban; eran solo peces, atrapados en el ciclo de la existencia. El sueño del río celestial La noche de su trigésimo tercer cumpleaños, tras pasar otra tarde sola, Rei caminó hasta el río por costumbre. El aire estaba cargado con el aroma de las flores de cerezo, cuyos pétalos flotaban sobre la superficie del agua. Se sentó en el desgastado muelle de madera, con los pies colgando sobre el borde, contemplando el abismo de su reflejo. Ella no se dio cuenta cuando empezó a llorar. Entonces, el agua se onduló. Los peces koi —uno negro obsidiana, el otro blanco luz de luna con una marca carmesí— emergieron y la miraron fijamente. Algo en su mirada la cautivó. El mundo pareció quedar en silencio, la noche densa con algo antiguo, algo que esperaba. Antes de que pudiera moverse, el agua comenzó a brillar, formando un vórtice imposible bajo ella. Una fuerza más fuerte que la gravedad la atrajo hacia sí. Entre el agua y las estrellas Rei no se ahogó. Esperaba el sofocante abrazo del agua, pero en cambio, flotó. Abrió los ojos a un vasto cosmos: un río de estrellas, infinito e ilimitado. Los peces koi nadaban a su lado, sus formas cambiantes, difuminándose, como si existieran fuera del tiempo. “¿Dónde estoy?” Su voz era apenas un susurro. "Donde siempre has estado destinado a ir", respondió una voz, no hablada, sino sentida, entretejida en las corrientes de luz. No era ni hombre ni mujer, ni viejo ni joven. Simplemente era. Los peces koi comenzaron a rodearla, dejando a su paso una estela de energía brillante. Las estrellas latían al ritmo de su corazón, una fuerza innegable que presionaba su alma. Los recuerdos inundaron su mente: las noches que había pasado sumida en la soledad, los sueños que había abandonado, los momentos de amor que había rechazado por miedo. Y entonces la voz habló de nuevo. "Nunca debiste estar a la deriva para siempre. No debiste estar perdido. Debiste elevarte." El devenir Los peces koi nadaban más rápido, sus cuerpos disolviéndose en pura energía. El cosmos arremolinado a su alrededor se volvió cegador, el río de estrellas se convirtió en una corriente a la que no pudo resistirse. Algo en su interior se quebró: un caparazón que había cargado durante años, construido a partir de la duda, el miedo y la resignación. Por primera vez en su vida, no se resistió. Y así, ella se convirtió . Su cuerpo ardía, no de dolor, sino de poder. La tristeza que la había oprimido se convirtió en luz, elevándola a un nivel superior, hasta que dejó de ser una mujer para convertirse en algo más, algo ilimitado. Extendió los brazos y de su espalda se desplegaron alas de polvo de estrellas en cascada. Sus manos brillaron, su aliento olía a sakura en flor, y comprendió. Ella era el dragón. Ella siempre lo había sido. El regreso Rei se despertó en la orilla del río. El amanecer teñía el cielo de tonos rosados ​​y dorados. El agua estaba tranquila, salvo por el suave murmullo de los peces koi que nadaban justo debajo de la superficie. Pero ella era diferente. Por primera vez en años, no tenía miedo. Ya no se sentía pequeña, ya no soportaba el peso de una vida que creía haber pasado de largo. Había visto el río de estrellas, sentido la fuerza del destino, y ahora comprendía. No necesitaba esperar el cambio. Ella era la corriente. Ella era la transformación. Ella había sido el dragón todo el tiempo. Y ella nunca lo olvidaría. Lleva la magia a casa ¿Inspirado por el viaje celestial de Rei? Captura la esencia de la transformación y la serenidad cósmica con estos impresionantes productos que presentan la Serenata de la Sakura y las Estrellas : 🌌 Tapiz Celestial – Adorna tu espacio con la impresionante belleza del koi cósmico. ✨ Almohada de ensueño : descansa entre las estrellas y los peces koi mientras abrazas la transformación. 🐉 Bolso Tote Encantado – Lleva la sabiduría de los koi y el universo dondequiera que vayas. ❄️ Manta polar acogedora : envuélvete en la calidez de la energía celestial. Deja que la historia de Rei te recuerde: No estás destinado a dejarte llevar. Estás destinado a ascender. 🌙✨

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Mystical Eyes of the Celestial Butterfly

por Bill Tiepelman

Ojos místicos de la mariposa celestial

La noche estaba cargada con el aroma del jazmín en flor, el tipo de fragancia que se adhiere al alma y la invita a vagar. Selene caminaba por el bosque, su linterna arrojaba destellos de luz dorada sobre los árboles antiguos que la rodeaban. Había oído los rumores, susurros transmitidos por labios borrachos en tabernas oscuras. En algún lugar profundo de este bosque olvidado vivía una criatura de belleza imposible, un ser que caminaba en la línea entre lo mortal y lo divino. Lo llamaban la Mariposa Celestial. Selene no creía en los cuentos de hadas. Al principio no. Su vida había estado marcada por la practicidad, las duras condiciones de la supervivencia y la fría certeza de la pérdida. Pero algo había cambiado la noche en que soñó por primera vez con la mariposa. En su sueño, se le había aparecido con alas como pétalos de flores pintados con la luz de las estrellas, sus luminosos ojos verdes la habían atrapado en el lugar. Cuando despertó, no pudo quitarse de encima la sensación de que la criatura no era simplemente un producto de su imaginación. Era una llamada. El bosque se oscurecía a medida que avanzaba, la llama de la linterna apenas alcanzaba para mantener a raya las sombras. No había ningún camino que seguir, solo el instinto y un leve zumbido en el aire que parecía guiarla. El sonido no era natural, era demasiado delicado, demasiado deliberado. Vibraba justo por debajo de su conciencia, arrastrándola hacia las profundidades del bosque como una mano invisible. Pasaron horas. O tal vez minutos. El tiempo parecía extraño allí, tenso y maleable. Cuando Selene finalmente tropezó en el claro, jadeó, agarrando la linterna como si pudiera protegerla de lo que veía frente a ella. El guardián revelado La mariposa no era una criatura sujeta a las leyes de la naturaleza. Era una amalgama de todo lo bello y terrible del mundo, sus enormes alas brillaban con colores que parecían cambiar con cada respiración que tomaba Selene. Joyas (no, no joyas, sino algo más vivo) adornaban sus alas, refractando la luz en arcoíris en cascada que danzaban por el claro. El cuerpo de la criatura era delicado, casi esquelético, pero sus ojos ardían con un brillo que dejó a Selene clavada en el lugar. —Has venido —dijo la mariposa, aunque su boca no se movió. La voz resonó en la mente de Selene, rica y resonante, cargada de siglos de conocimiento y dolor—. ¿Por qué? Abrió la boca para responder, pero no emitió ningún sonido. De pronto, la razón por la que buscaba a la criatura le pareció pequeña, insignificante. ¿Qué podía decir? ¿Que buscaba un significado? ¿Algún tipo de seguridad de que su vida no se había reducido a una serie de noches vacías y días vacíos? ¿Que anhelaba algo, cualquier cosa, que la hiciera volver a creer en lo maravilloso? La mariposa inclinó la cabeza y su mirada se suavizó. —Llevas el peso de una pregunta que aún no te has atrevido a hacer —dijo—. Pero ten cuidado. Las respuestas rara vez son tan reconfortantes como las preguntas que las generan. Un vistazo a la eternidad Antes de que Selene pudiera responder, la mariposa desplegó sus alas y el mundo cambió. El espacio que la rodeaba se disolvió y fue reemplazado por un caleidoscopio de colores y formas cambiantes. Era como si estuviera cayendo a través del tejido de la realidad misma, cada capa se despegaba para revelar otra debajo. Vio destellos de cosas que no podía entender: vastos océanos relucientes con estrellas, ciudades construidas con luz y sombra, y rostros, tantos rostros, cada uno marcado por la alegría, la tristeza o el anhelo. En medio de todo eso, se vio a sí misma. No como era, sino como podría ser. Más fuerte. Más valiente. Completa. Pero la visión fue fugaz y, cuando se desvaneció, le quedó un dolor en el pecho que no podía explicar. La voz de la mariposa volvió, más suave ahora, casi tierna. —¿Lo ves? La verdad del mundo no es una sola historia sino muchas, entrelazadas de maneras que desafían la comprensión. Comprenderla por completo es correr el riesgo de desentrañarte a ti mismo. ¿Aún deseas saberlo? Selene dudó. La enormidad de lo que había visto amenazaba con aplastarla, pero había una parte de ella, pequeña, desafiante, que ardía de curiosidad. —Sí —susurró, con voz temblorosa pero firme—. Quiero saberlo. El precio de saber La mariposa la miró durante un largo momento antes de asentir. —Muy bien. Pero el conocimiento tiene un precio y debes estar dispuesta a pagarlo. —¿Cuál es el precio? —preguntó Selene, aunque una parte de ella ya sabía la respuesta. —Tu certeza —respondió la mariposa—. Una vez que veas el mundo como realmente es, nunca más encontrarás consuelo en la simplicidad. Cada decisión, cada elección, llevará el peso de infinitas posibilidades. ¿Estás preparada para eso? El corazón de Selene latía con fuerza en su pecho. La vida que había conocido, tan mundana y predecible como era, de repente se sintió como una prisión. Si el precio de la libertad era la incertidumbre, lo pagaría con gusto. “Lo haré”, dijo. Las alas de la mariposa comenzaron a brillar y Selene sintió un calor que se extendía por su cuerpo, comenzando por su pecho y extendiéndose hacia afuera. No era doloroso, pero sí intenso, una sensación que la dejó sin aliento y temblando. Cuando terminó, la mariposa se había ido y Selene se quedó sola en el claro. Secuelas El bosque estaba en silencio mientras ella regresaba, pero el mundo a su alrededor se sentía diferente, más brillante, más vivo. Los colores parecían más ricos, los sonidos más vibrantes. Y aunque no podía explicarlo, se sentía más liviana, como si una carga invisible se hubiera quitado de sus hombros. En los días siguientes, Selene se sintió atraída por los detalles más pequeños: la forma en que la luz del sol se filtraba a través de los árboles, las delicadas venas de los pétalos de una flor, la risa de los extraños que pasaban por allí. No tenía todas las respuestas (tal vez nunca las tendría), pero tenía algo mejor: la capacidad de asombro. Y en los momentos de tranquilidad, cuando el mundo se quedaba en silencio, podía sentir la mirada de la mariposa sobre ella, un recordatorio de que los límites de la realidad eran mucho más frágiles de lo que jamás había imaginado. Explora la mercancía de 'Ojos místicos de la mariposa celestial' Sumérjase aún más en el encantador mundo de la Mariposa Celestial con nuestra exclusiva gama de productos, cada uno con la fascinante obra de arte de Bill y Linda Tiepelman. 1. Tapiz Adorne su sala de estar con este tapiz vibrante que muestra los detalles intrincados y los colores vivos de la mariposa celestial. Perfecto para agregar un toque de fantasía a cualquier habitación. 2. Impresión en lienzo Mejore su colección de arte con una impresión en lienzo de alta calidad que captura la belleza etérea de los ojos místicos de la mariposa, aportando profundidad e intriga a su decoración. 3. Rompecabezas Ponte a prueba con un cautivador rompecabezas con la Mariposa Celestial, que ofrece horas de entretenimiento y una imagen impresionante al finalizarlo. 4. Cuaderno espiral Guarda tus pensamientos y sueños en un cuaderno en espiral bellamente diseñado , adornado con ilustraciones encantadoras, que inspiran creatividad con cada uso. Descubra esto y mucho más en nuestra tienda en línea y deje que los Ojos Místicos de la Mariposa Celestial traigan un toque de magia a su vida cotidiana.

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Riding the Rainbow Hummingbird

por Bill Tiepelman

Montando el colibrí arcoiris

En lo más profundo del corazón del Bosque Encantado, donde la luz del sol se filtraba a través del denso follaje como si fuera jarabe dorado y el aire estaba cargado con el zumbido de una magia invisible, un gnomo llamado Grimble Fizzwhistle estaba tramando algo malo. Otra vez. —¡Quédate quieta, gallina brillante! —gritó Grimble, agarrando las riendas de su muy cuestionable corcel, un colibrí gigante e iridiscente llamado Zuzu. A Zuzu, por su parte, no le hacía ninguna gracia que un jinete del tamaño de un gnomo intentara dirigir sus maniobras aéreas. Zumbaba furiosamente, sus alas eran un borrón brillante, amenazando con expulsar a Grimble de su emplumado lomo. —Te lo juro, Zuzu —murmuró Grimble en voz baja—, si me arrojas a otro campo de esas ortigas, yo... bueno, yo... probablemente lloraré otra vez. A pesar de sus quejas, Grimble se aferró fuerte, sus pequeñas manos agarrando las riendas de seda de araña trenzada con sorprendente tenacidad. El plan (o la falta del mismo) Grimble tenía una misión. Al menos, eso era lo que se repetía a sí mismo. La verdad era que no tenía ni idea de adónde iba ni por qué. Todo lo que sabía era que había hecho una apuesta un poco borracho con su viejo amigo-enemigo, Tibbles Nockbottom, en la taberna Giggling Toadstool la noche anterior. Tibbles le había apostado un mes de hidromiel a que Grimble no podía encontrar el mítico Néctar Dorado, un elixir legendario que se decía que otorgaba al bebedor la eterna juventud y una voz impecable para cantar. Grimble, naturalmente, había aceptado el desafío sin dudarlo. Sobre todo porque ya había bebido tres pintas y pensó que la eterna juventud parecía una gran manera de evitar pagar sus impuestos atrasados. Ahora, mientras se elevaba sobre el bosque, agarrando las riendas de Zuzu y tratando de no mirar hacia abajo, a la vertiginosa caída que se avecinaba, estaba empezando a cuestionar sus decisiones de vida. "Está bien, Zuzu", dijo, dándole palmaditas en el cuello con una mano temblorosa. "Encontremos rápidamente este Néctar Dorado, y luego podemos irnos a casa y fingir que nada de esto sucedió. ¿Trato hecho?" Zuzu gorjeó en respuesta, lo que Grimble decidió interpretar como un acuerdo a regañadientes. En realidad, Zuzu estaba planeando la ruta más rápida hacia la zona de orquídeas silvestres más cercana, donde podría deshacerse de Grimble y comer un poco de néctar en paz. Entran los Bandidos Emplumados Justo cuando Grimble empezaba a sentirse un poco más seguro en la silla, un graznido estridente rompió la tranquilidad del bosque. Alzó la vista y vio una bandada de urracas que se lanzaban en picado hacia ellos, con sus ojos pequeños y brillantes brillando con malicia. El líder, un ejemplar particularmente grande y desaliñado al que le faltaba una pluma en la cola, graznó en voz alta. "¡Oye! ¡Qué pájaro más bonito tienes ahí, gnomo! ¡Entrégalo y quizás te dejemos quedarte con tu sombrero!" —¡Sobre mi cadáver! —gritó Grimble, agitando un pequeño puño—. ¡Este sombrero me costó una semana de cultivo de nabos! Las urracas no parecieron impresionadas. Se lanzaron en masa hacia él, agitando las alas como mil trozos de pergamino furioso. Zuzu, percibiendo que había problemas, emitió un chirrido indignado y se inclinó bruscamente hacia la izquierda, evitando por poco a las aves que se lanzaban en picado. Grimble se aferró a él con todas sus fuerzas, y su sombrero salió volando en el proceso. —¡No es el sombrero! —gritó, viéndolo caer revoloteando hacia el bosque—. ¡Ese era mi sombrero de la suerte! —¡Parece que no tienes suerte, enana! —se rió entre dientes la líder de las urracas, agarrando el sombrero en el aire—. ¡Ahora lárgate o te dejaremos calva! Zuzu, claramente ofendida por la falta de decoro de las urracas, decidió tomar cartas en el asunto. Con un repentino aumento de velocidad, se elevó hacia el cielo, dejando a las urracas dando tumbos a su paso. Grimble soltó un grito de júbilo y luego se tragó un insecto. —Maldito bosque —tosió—. ¿Por qué aquí todo el mundo está tratando de hacerme daño? El néctar dorado (más o menos) Después de lo que parecieron horas de vuelo frenético y varias experiencias cercanas a la muerte, Zuzu finalmente los detuvo en un claro apartado. En el centro del claro había un solo árbol antiguo con hojas doradas relucientes. En su base había un charco de un líquido parecido a la miel que brillaba a la luz del sol. —¡El néctar dorado! —exclamó Grimble, deslizándose de la espalda de Zuzu y corriendo hacia la piscina. Cayó de rodillas y recogió un puñado del líquido, con los ojos brillantes de triunfo—. ¡Tibbles se va a comer su estúpido sombrero cuando vea esto! Se llevó el néctar a los labios, pero antes de que pudiera beber un sorbo, una voz profunda y retumbante resonó en el claro: “¿Quién se atreve a perturbar mi estanque sagrado?” Grimble se quedó paralizado. Lentamente, se giró y vio un sapo enorme y de aspecto gruñón sentado en una roca cercana. Los ojos del sapo brillaban con una luz sobrenatural y su piel verrugosa relucía con motas doradas. —Uh... hola —dijo Grimble, escondiendo el puñado de néctar detrás de su espalda—. Qué tiempo tan bonito tenemos, ¿no? —Vete —entonó el sapo— o enfréntate a mi ira. —Claro, claro, claro —dijo Grimble, retrocediendo un poco—. No hay necesidad de enojarse. Me iré... Antes de que el sapo pudiera responder, Zuzu descendió en picado, agarró a Grimble por la parte de atrás de su túnica y lo levantó por los aires. —¡Oye! —protestó Grimble—. ¡Todavía no había terminado de arrastrarme! Las secuelas Cuando regresaron a la taberna Giggling Toadstool, Grimble estaba exhausto, sin sombrero y sin néctar. Tibbles lo miró y se echó a reír. "Bueno, bueno, bueno", dijo, chocando su jarra de hidromiel contra la vacía de Grimble. "¡Parece que alguien me debe un mes de bebidas!" Grimble gimió. “La próxima vez”, murmuró, “apuesto a algo sensato. Como una carrera de caracoles”. Pero cuando miró a Zuzu, que estaba sentada en la barra y bebía felizmente un dedal de néctar, no pudo evitar sonreír. Después de todo, no todos los días se podía montar en un colibrí arcoíris. Lleva la magia a casa Si la traviesa aventura de Grimble y las deslumbrantes alas de Zuzu aportaron un toque de magia a tu día, ¿por qué no convertirlo en una parte permanente de tu espacio? Explora nuestra colección de impresiones de alta calidad que presentan este momento mágico: Impresiones en lienzo : perfectas para aportar calidez y fantasía a tus paredes. Impresiones en metal : para una exhibición elegante y moderna de colores y detalles vibrantes. 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