Tauro espectral Póster
En el reino de Astra, donde el universo pintaba a sus criaturas con el pincel del cosmos, vivía un majestuoso toro conocido como Tauron, el Tauro Espectral. A diferencia de cualquier bestia de carga, Tauron vagaba por las praderas esmeralda al borde de la realidad, su piel era un tapiz de galaxias arremolinadas y sus cuernos se arqueaban como lunas crecientes sumergidas en el brillo de la aurora.
La leyenda hablaba de Tauron como un antiguo guardián de las praderas, un ser nacido del corazón de las nebulosas y enviado a Astra para recordar a todas las criaturas sus orígenes entre las estrellas. Su presencia fue un espectáculo; Con cada paso, la hierba debajo de él brillaba con gotas de rocío que reflejaban los infinitos colores que fluían como ríos a lo largo de su magnífica forma.
Los niños de Astra contemplaban con asombro cómo Tauron aparecía con el amanecer, su figura recortada contra el sol naciente, que lo coronaba con un halo de luz dorada. Susurraron historias sobre cómo Tauron podía atravesar las constelaciones, guiando las estrellas perdidas de regreso al cielo nocturno con el suave empujón de sus radiantes cuernos.
Una noche, una joven llamada Elara se aventuró en los prados, con el corazón cargado de tristeza por las estrellas que se habían apagado en su propia vida. Al conocer a Tauron, quedó impresionada por la belleza y la paz surrealistas que irradiaba. En su silenciosa compañía, encontró consuelo y su tristeza comenzó a desvanecerse, reemplazada por una sensación de asombro.
Tauron, sintiendo su dolor, inclinó su gran cabeza, permitiéndole tocar la esencia fractal de su ser. En ese momento, Elara sintió la inmensidad del universo y su parte dentro de él, su espíritu se elevó y sus cargas se aliviaron como si se la llevara el linaje cósmico de Tauron.
A medida que se acercaba el amanecer, Tauron se volvió hacia el horizonte y su forma se disolvió en la luz de la mañana, dejando tras de sí un rastro de niebla luminiscente. Elara regresó a casa, con los ojos iluminados por sueños celestiales, cambiados para siempre por el Espectral Tauro, un recordatorio de que incluso en momentos de oscuridad, el universo encierra un espectro infinito de esperanza.
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