El guacamayo artístico Póster
En el corazón de la densa selva amazónica, donde el susurro de las hojas y los secretos de los antiguos eran llevados por el viento, vivía una guacamaya como ninguna otra. Su nombre era Azura y sus plumas eran un lienzo del universo, imbuidas de colores tan vívidos y patrones tan complejos que parecían obra de pintores celestiales. Cada mañana, cuando el sol arrojaba sus primeros rayos dorados sobre el bosque, Azura extendía sus alas y la jungla se detenía en silenciosa reverencia. Su plumaje era un mosaico de oro como el fuego del sol y azules bañados por el cielo, adornado con mandalas en espiral que palpitaban al ritmo de lo salvaje.
Las criaturas de la selva tropical a menudo especulaban sobre los orígenes de Azura. Algunos decían que nació de un trozo caído del arco iris, mientras que otros creían que era la creación de un espíritu solitario que buscaba la belleza en el mundo. Pero la verdad sólo la conocía el propio Azura, a quien le importaban poco los cuentos y leyendas. Pasaba sus días elevándose por encima del dosel, sumergiéndose a través de las relucientes cascadas y llenando el aire con sus llamadas melódicas, que resonaban con la armonía de una sinfonía.
Un día, una gran tempestad sacudió el Amazonas, arrancando hojas de sus ramas y silenciando los cantos del bosque. Después, Azura emergió de su refugio, con sus plumas un poco menos brillantes y sus mandalas un poco descoloridos. Los animales del bosque lloraron, creyendo que la magia había desaparecido. Pero cuando Azura se elevó hacia los cielos, ocurrió algo maravilloso. Dondequiera que hubieran caído gotas de lluvia sobre sus alas, los colores parecían bailar y brillar, más brillantes que antes, como si la tormenta no hubiera opacado sino más bien realzado sus matices.
Pasaron los años y la leyenda de Azura, la guacamaya nacida de la tormenta, creció. Los viajeros se aventuraban en el bosque con la esperanza de vislumbrar su esplendor, sólo para descubrir que las historias palidecían en comparación con la vista. Porque Azura no era sólo un pájaro; él era el corazón de la selva tropical, un recordatorio de que la belleza prospera en medio del caos.
.: Papel artístico de 175 g/m²
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