por Bill Tiepelman
La redención del guardián caído
El campo de batalla se extendía sin fin bajo un cielo asolado por la tormenta. Las ruinas de una civilización olvidada yacían esparcidas como los huesos de una bestia antaño poderosa, con sus formas rotas sobresaliendo de la tierra agrietada. El aire estaba cargado con el acre olor a humo y ceniza, y los truenos rugían en la distancia, un redoble celestial para el caos que reinaba debajo. Fue allí, en el corazón de esta desolación, donde Seraphiel se arrodilló, sus alas antaño majestuosas reducidas a restos carbonizados que ardían débilmente en la penumbra. Se había caído. El peso de su fracaso lo oprimía como un sudario de hierro. En otro tiempo, sus alas habían brillado con el resplandor de mil soles, sus plumas tejidas con hilos de luz y pureza. Ahora, colgaban hechas jirones, ennegrecidas por el fuego de su desgracia. Su espada, que en otro tiempo había sido un faro de esperanza para aquellos a quienes juró proteger, estaba enterrada boca abajo en la tierra fracturada, su llama dorada parpadeaba débilmente como si luchara contra la atracción del olvido. La cabeza de Seraphiel colgaba agachada, el cabello plateado se le pegaba a la cara cubierta de sudor, y sus manos temblaban contra la empuñadura de su arma. Los recuerdos hirieron más profundamente que cualquier herida. La batalla contra la Horda Abisal había sido rápida y despiadada, una cascada de gritos y sombras que desgarraron los cielos como un maremoto de desesperación. Había luchado con valentía, pero ni siquiera los más fuertes pueden contener la marea para siempre. Sus camaradas, sus hermanos y hermanas en la luz, habían caído uno a uno, sus formas radiantes se habían extinguido en la oscuridad inquebrantable. Y luego, cuando las puertas de la Ciudad Celestial temblaron bajo el ataque, Seraphiel había sido arrojado al suelo, su luz había sido despojada de él en castigo por su fracaso en proteger lo que era sagrado. La angustia de su caída sólo fue equiparable al ensordecedor silencio que siguió. Los cielos, que una vez fueron su hogar, ahora eran inalcanzables, sus puertas doradas estaban cerradas para él. Se había convertido en un exiliado, sentenciado a vagar por la desolación que no había logrado salvar. Un rayo de luz Un relámpago repentino partió los cielos e iluminó el campo de batalla con un brillo cegador. Seraphiel levantó la cabeza y sus penetrantes ojos plateados escudriñaron el horizonte. Entre las ruinas, una luz tenue brillaba, frágil y parpadeante. No era de origen celestial; su resplandor era más suave, teñido de calidez en lugar de juicio. Intrigado, se puso de pie, sus movimientos eran lentos y pesados por el dolor. La luz lo llamaba, susurrándole promesas de redención, y aunque la duda carcomía los bordes de su determinación, comenzó a caminar. Cada paso era una agonía. La tierra bajo sus pies parecía resistirse, aferrándose a sus botas como arenas movedizas. Sus alas rotas se arrastraban tras él, dejando tenues rastros de ceniza a su paso. La tormenta continuaba, la lluvia cortaba el aire como cuchillas, pero Seraphiel siguió adelante, atraído por el frágil resplandor en la distancia. Cuando llegó a la fuente, se quedó sin aliento. Entre los escombros, una niña estaba arrodillada, con sus pequeñas manos agarrando un fragmento de luz cristalina. Su rostro estaba manchado de tierra, su frágil cuerpo temblaba de frío, pero sus ojos ardían con determinación. El fragmento palpitaba en su mano, un faro de desafío contra la abrumadora oscuridad. —¿Por qué estás aquí? —La voz de Seraphiel era ronca, áspera por años de silencio. El niño levantó la mirada y por un momento, Seraphiel vio algo en su mirada que no había visto en una eternidad: esperanza. —Te estaba esperando —dijo ella con sencillez. Su voz era suave pero firme, como la primera flor de primavera que se abre paso entre las heladas del invierno—. Se supone que debes protegernos. La carga de la redención Las palabras lo golpearon como un puñetazo. Quiso darse la vuelta, explicarle que ya no era un guardián, que había fracasado, que no era digno. Pero la mirada de la niña lo cautivó y, por primera vez desde su caída, una chispa de calidez brilló en el frío vacío de su alma. Lentamente, se arrodilló ante ella y se puso a su altura. —Estoy destrozado —susurró con voz temblorosa—. No me quedan fuerzas. La niña extendió la mano y rozó con su diminuta mano la empuñadura de su espada. La llama dorada que casi se había extinguido brilló aún más con su toque. "Tal vez no necesites poder", dijo. "Tal vez solo necesites estar de pie". Seraphiel la miró fijamente, la sencillez de sus palabras atravesó las capas de desesperación de él. Cerró los ojos, respiró profundamente y, al exhalar, la carga sobre sus hombros pareció aligerarse. Lentamente, se levantó, apretando con fuerza la empuñadura de su espada. La llama dorada cobró vida, más brillante y feroz que antes, y los fragmentos de sus alas rotas comenzaron a brillar, sus bordes como brasas llamearon con renovada fuerza. La tormenta rugió desafiante y las sombras que se cernían sobre el horizonte comenzaron a moverse y retorcerse. La Horda Abisal no se había ido, solo había estado esperando. Pero esta vez, Seraphiel no vaciló. Extendió sus alas y las brasas se encendieron en un infierno abrasador que iluminó el campo de batalla como un segundo sol. La niña estaba detrás de él, y su rayo de luz arrojaba un suave resplandor que parecía reforzar su fuerza. —Quédate detrás de mí —dijo, ahora con voz firme—. Te protegeré. Cuando la primera oleada de sombras se lanzó hacia ellos, Seraphiel levantó su espada. La llama dorada ardió aún más y, con un solo grito resonante, cargó hacia adelante, su luz atravesando la oscuridad como una lanza. La batalla estaba lejos de terminar, pero por primera vez en una eternidad, Seraphiel luchó no con desesperación, sino con un propósito. Y mientras los cielos observaban desde arriba, las puertas comenzaron a temblar, no en desafío, sino en anticipación del regreso de su guardián. Esta poderosa imagen e historia, "La redención del guardián caído" , está disponible para impresiones, descargas y licencias. Explórela más a fondo en nuestro archivo: Ver imagen en el archivo .