
por Bill Tiepelman
La aventura de año nuevo del Hada del Caracol
En lo profundo del jardín encantado, mientras las últimas estrellas del año titilaban en el cielo aterciopelado, el Hada del Caracol emergió de su rosa dorada. Su nombre era Spirabella, aunque la mayoría la llamaba simplemente Bella, y era la reina del descaro, el encanto y las travesuras nocturnas. Como guardiana de todo lo extravagante, Bella tenía una misión cada Nochevieja: asegurarse de que la celebración fuera legendaria. —Muy bien, queridos —gorjeó, moviendo sus peludas antenas en el reflejo de una gota de rocío—. Es hora de festejar, y por festejar me refiero a un caos absoluto envuelto en purpurina. Su diminuta concha en espiral brillaba bajo la luz de la luna, un remolino cósmico que brillaba como una bola de discoteca. Con un dramático movimiento de su diminuta patita, Bella convocó a su séquito: el DJ Firefly, el maestro de cócteles Spiderweb y, por supuesto, los bailarines Mushroom, que siempre llegaban elegantemente tarde. Las criaturas encantadas del jardín se reunieron bajo el dosel de un antiguo roble, que había sido cubierto con hiedra brillante para la ocasión. Todos sabían que Bella organizaba las mejores fiestas; después de todo, ella había inventado la burbuja mágica de champán que nunca explotaba (y siempre se rellenaba sola). Las leyendas susurraban que incluso los Espíritus del Viento sufrían resacas por sus eventos. Cuando empezaron los problemas Justo cuando comenzaba la cuenta regresiva, apareció un rival. Era el mismísimo Año Nuevo, una figura elegante y brillante envuelta en enredaderas plateadas, que irradiaba pompa y dramatismo innecesario. Entraron a la fiesta contoneándose, su caparazón en espiral brillando con lo que Bella solo pudo suponer que era purpurina comprada en una tienda. —Bella —dijo el Año Nuevo, con su voz llena de falso encanto—, tus fiestas son encantadoras, pero es hora de algo... más fresco. Más atrevido. Un poco menos de 'caracol peludo' y un poco más de 'glamour cósmico'. Bella entrecerró los ojos y apretó con fuerza su copa de martini. —¿Más fresca? —susurró—. Cariño, he estado dirigiendo este espectáculo desde antes de que fueras un destello en los ojos del Guardián del Tiempo. Eres bienvenida a unirte, pero no pienses ni por un segundo que estás acaparando mi atención. El Año Nuevo sonrió con sorna, claramente despreocupado. “Oh, Bella. El pasado es tan... del año pasado”. La multitud se quedó sin aliento. El peludo pelaje de Bella se erizó de indignación. Dejó su bebida y su caracol resplandeció más con cada segundo que pasaba. —Muy bien, chico brillante —dijo con voz tan aguda como una espina—. ¿Qué tal una pequeña competencia? Veamos quién puede traer más magia a este jardín. El enfrentamiento legendario El desafío era simple: Bella y el Año Nuevo crearían cada uno el espectáculo de Año Nuevo más deslumbrante. ¿Fuegos artificiales? Listo. ¿Tormentas de purpurina? Obviamente. ¿Un desfile de hongos voladores? Ah, ya estaba listo. El equipo de Bella estalló en vítores mientras ella conjuraba una galaxia que giraba sobre el jardín, sus antenas crepitaban con magia. Las estrellas giraban en patrones intrincados, deletreando mensajes como, "No puedes superar en tamaño a la reina". Mientras tanto, el Año Nuevo contraatacó con una lluvia cósmica de estrellas fugaces, cada una de las cuales se convertía en mil pequeñas flores al tocar el suelo. Las criaturas del jardín se volvieron locas, bailando, riendo y bebiendo las famosas burbujas de champán de Bella. Cuando el reloj marcó la medianoche, el rugido de la multitud alcanzó un punto álgido. Tanto Bella como el Año Nuevo estaban en el centro del caos, sus brillantes caparazones irradiaban magia pura. Finalmente, estallaron en carcajadas. —Está bien, está bien —admitió el Año Nuevo, levantando una copa—. Estás bien, Bella. Eres legendaria, incluso. Bella sonrió con sorna y extendió su pata peluda para brindar. —Tú tampoco eres mala, cariño. Pero no te acostumbres. Este es mi jardín. Las secuelas Al amanecer, el jardín encantado estaba cubierto de polvo de estrellas, burbujas de champán vacías y algunos bailarines de hongos desmayados. Bella observó el amanecer desde su rosa dorada, su pequeño cuerpo brillaba de satisfacción. —Otro año, otra fiesta legendaria —suspiró, mientras bebía su último martini—. El año que viene será a la misma hora, queridos. Cuando el Año Nuevo desapareció en el horizonte, se dieron la vuelta y saludaron con una sonrisa cómplice en sus rostros. “Hasta la próxima, Bella”. El Hada Caracol sonrió, moviendo sus antenas con picardía. “Oh, habrá una próxima vez. Y seguiré siendo fabulosa”. Y así, la leyenda de Bella y sus atrevidas aventuras de Año Nuevo continuaron, demostrando una vez más que incluso en el mundo mágico, siempre hay lugar para un poco de caos, mucho brillo y una fabulosa hada caracol. 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