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Cuentos capturados

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Gnome in Chrome at Twilight

por Bill Tiepelman

Gnomo en Chrome al anochecer

Conoce a Grimble “Greasefinger” McThorn, un gnomo con gusto por el cromo, un corazón para las travesuras y una lealtad inquebrantable a la carretera. Grimble no era el típico gnomo de jardín, no señor. Mientras otros pasaban sus días sonriendo educadamente a las ardillas que pasaban, Grimble tenía un objetivo más importante: causar caos en las carreteras y desiertos de Gnomeland. Con su casco negro, chaleco de cuero y su característica sonrisa, estaba listo para enfrentarse al mundo... o al menos hacerle bromas. La leyenda del paseo del crepúsculo La historia comienza una fatídica noche en la que Grimble escuchó historias sobre un bar encantado conocido como "El último sorbo del sapo". Este no era un bar común y corriente; era un lugar donde los gnomos iban a tomar tragos tan fuertes que te hacían pensar que podías montar un unicornio a pelo en medio de una tormenta eléctrica. Pero lo más importante es que se rumoreaba que esa noche en particular, el bar organizaba el "Twilight Rider's Challenge", un legendario rally de motos en el que las bromas no solo eran bienvenidas, sino que se esperaban. Los ojos de Grimble brillaron bajo su casco. “¿Un lugar donde se fomenta el caos? ¡Bueno, no me importa si lo hago!”, se rió entre dientes, acelerando su chopper, Rusty Thunder , una motocicleta con más cromo que sentido común y un gruñido lo suficientemente fuerte como para hacer temblar a un cactus. Parada de broma n.° 1: El Cactus Café A mitad de camino hacia el Último Sorbo del Sapo, Grimble se encontró con un pequeño café al borde de la carretera llamado Cactus Cafe . Un grupo de gnomos bebía café expreso y mordisqueaba pequeños biscotti, luciendo demasiado tranquilos para el gusto de Grimble. Sonrió y se detuvo, decidiendo que ya era hora de "animar" las cosas. Grimble entró tranquilamente, con los ojos brillantes de picardía, y pidió una taza de café. Cuando el barista le dio la espalda, Grimble metió la mano en el bolsillo del chaleco, sacó un puñado de frijoles saltarines y los echó en el tarro de azúcar. En cuestión de segundos, estalló el caos. Los contenedores de azúcar saltaron de las mesas, los biscotti rebotaron en las manos y los gnomos desconcertados intentaron (sin éxito) atrapar a sus rebeldes adiciones al café. Grimble tomó un sorbo lento y satisfecho de su café, observando el caos que se desarrollaba con una sonrisa. "El edulcorante es muy fuerte, ¿eh?", le comentó a un barista nervioso antes de marcharse tranquilamente, dejando el café en un estado de locura. Broma nº 2: La ley se lleva una sorpresa De vuelta en la carretera, Grimble vio una figura familiar en su espejo retrovisor: el oficial Bigfoot, el policía gnomo más gruñón de la carretera de Gnomeland. El oficial Bigfoot había estado tratando de atrapar a Grimble en el acto durante años, pero aún no lo había logrado. Y hoy, Grimble se sentía especialmente descarado. Con una sonrisa burlona, ​​Grimble metió la mano en su bolso y sacó un pequeño frasco con una etiqueta que decía "Cortina de humo mística". Disminuyó la velocidad lo suficiente para que el oficial Bigfoot lo alcanzara, luego abrió el frasco y lo arrojó detrás de él. Al instante, una nube de humo púrpura brillante surgió de su motocicleta, envolviendo la carretera y oscureciéndolo todo con una neblina deslumbrante. El oficial Bigfoot, cegado por los destellos que se arremolinaban, se desvió de la carretera y se metió en una zona de cactus espinosos. Grimble se rió entre dientes al oír un débil grito de "¡MCTHORN!" desde algún lugar de la nube violeta. Aceleró, silbando una melodía alegre. Otra broma, otro triunfo. El último sorbo del sapo: donde las bromas se vuelven leyenda Finalmente, Grimble llegó a The Toad's Last Sip , donde se habían reunido gnomos de todas partes para participar en el Twilight Rider's Challenge. El bar era un lugar estridente, lleno de risas, música y el olor de un guiso de hongos de dudosa procedencia. Grimble entró con paso arrogante, dispuesto a dejar su marca. ¿La primera broma de la noche? Una pequeña sorpresa para los camareros. Grimble se deslizó detrás del mostrador y cambió los bocadillos habituales del bar por sus especiales “palomitas de maíz flameadas”, condimentadas con chile en polvo de gnomo. En cuestión de minutos, los clientes desprevenidos corrían hacia el bar a buscar agua, con las caras rojas y los ojos muy abiertos por la sorpresa. —¿Qué pasa? —preguntó Grimble con una sonrisa—. ¿Está demasiado caliente para tocarlo? —Inclinó su casco hacia el camarero, que se reía demasiado fuerte como para que le importara. Un último viaje A medida que se acercaba la medianoche, Grimble decidió que era hora de su gran final. Había oído rumores sobre la "Tanque del trol antiguo", una jarra enorme que se decía que otorgaba una fuerza legendaria a cualquier gnomo que se atreviera a beber de ella. Naturalmente, Grimble lo vio como una oportunidad para divertirse un poco. Con un guiño a la multitud, subió a la barra, levantó la jarra y se echó todo encima, dejando que el brebaje místico le empapara el casco y la chaqueta. Por un momento, la multitud permaneció en silencio, observando con asombro. Luego, con un bramido, Grimble flexionó sus pequeños brazos y rugió: “¡SOY EL GNOMO MÁS PODEROSO QUE HA VIDO!”. La multitud estalló en risas y aplausos mientras flexionaba sus “músculos” y hacía poses ridículas. Justo cuando estaba a punto de hacer su reverencia, escuchó un grito familiar desde la puerta: “¡GRIMBLE MCTHORN!”. Era el oficial Bigfoot, cubierto de espinas de cactus y con un aspecto más enfadado que un troll con un dedo del pie golpeado. Grimble sonrió, le arrojó la jarra al camarero y gritó: "¡Lo siento, oficial! ¡Parece que la carretera me llama!". Se subió a Rusty Thunder, aceleró el motor y salió del bar, dejando un rastro de risas, vítores y un policía muy furioso a su paso. La leyenda sigue viva Mientras Grimble se alejaba a toda velocidad hacia el amanecer, los clientes de The Toad's Last Sip levantaron sus copas para brindar por el gnomo más travieso de la calle. Y así, la leyenda de Grimble "Greasefinger" McThorn creció: una historia de travesuras, rebelión y la insaciable sed de caos de un gnomo. El final (o quizás, sólo el comienzo de otro viaje) Lleva el espíritu travieso de Grimble a casa Si te encanta el viaje salvaje y lleno de bromas de Grimble “Greasefinger” McThorn, ¡lleva un poco de su espíritu rebelde a tu espacio! La obra de arte "Gnome in Chrome at Twilight" de Bill y Linda Tiepelman está disponible en varios formatos que capturan a la perfección el humor y la aventura de este gnomo en la carretera. Echa un vistazo a estas opciones exclusivas: Tapiz : Transforma cualquier pared en un telón de fondo de aventuras con este vívido tapiz, perfecto para llevar el espíritu de Grimble a tu hogar. Impresión en metal : agregue un toque moderno a su decoración con esta impresión en metal de alta calidad, que muestra los brillantes detalles cromados de la bicicleta de Grimble. Rompecabezas : Revive las aventuras de Grimble pieza por pieza con este divertido y desafiante rompecabezas, perfecto para los fanáticos de la fantasía y la aventura. Impresión en madera : adopte una apariencia rústica con esta impresión en madera, que aportará calidez y carácter a sus paredes con el inolvidable paseo crepuscular de Grimble. ¡Deja que Grimble te recuerde todos los días que la vida se vive mejor con un poco de travesuras y mucha aventura!

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Tiny Rebel in a Big World

por Bill Tiepelman

Un pequeño rebelde en un mundo grande

Érase una vez, en un desierto demasiado grande para sus botas, un gnomo que se llamaba Grog Barbacardo. Grog no era el típico gnomo de jardín, feliz de montar guardia sobre los tulipanes y saludar a las mariposas. Oh, no: Grog tenía una chaqueta de cuero, una motocicleta pintada a medida y una sed de aventuras desmesurada. Una tarde, cuando el sol se hundía tras las ondulantes dunas del desierto, tiñendo el cielo de tonos naranjas y morados intensos, Grog se ajustó el cinturón, se dio una última vuelta de tuerca al bigote y aceleró el motor de su motocicleta, una reluciente a la que llamaba cariñosamente "Rustbucket". No estaba nada oxidada, pero Grog pensó que el nombre le daba personalidad. ¿Su misión? Viajar desde las llanuras arenosas de Cactusville hasta un lugar místico conocido únicamente como la Gran Roca. Nadie estaba completamente seguro de qué era la Gran Roca, pero Grog había oído rumores de que en realidad era una gigantesca rueda de queso dejada atrás por un antiguo clan de ratones del desierto. El camino menos gravillado Grog puso la bicicleta en marcha y salió disparado a través del desierto, con la barba ondeando como un estandarte salvaje detrás de él. Las criaturas del desierto (lagartijas, liebres y plantas rodantes) observaron con asombro cómo el pequeño gnomo pasaba a toda velocidad. Apenas había alcanzado la velocidad máxima cuando se topó con su primer obstáculo: un cactus. No un cactus cualquiera: este era grande, malvado y tenía el ceño fruncido (o eso imaginaba Grog). —¡Oye! ¡Cuidado con las púas, amigo! —gritó Grog mientras esquivaba a la espinosa bestia—. ¡Casi me arrancas la barba! El cactus no respondió (como los cactus generalmente no lo hacen), pero se mantuvo en pie como un recordatorio silencioso de que el desierto estaba lleno de sorpresas. Mientras aceleraba, Grog murmuró: "Todo este asunto de los 'espacios abiertos' está un poco sobrevalorado, si me preguntas". Un gnomo, un halcón y un sombrero prestado Después de una hora de viaje, Grog notó una sombra que volaba en círculos sobre su cabeza. Era un halcón y no parecía amigable. El pájaro, aparentemente intrigado por el brillante vehículo de Grog y su sombrero carmesí, comenzó a descender cada vez más. —¡Atrás, cabeza de pluma! —gritó Grog, agitando el puño hacia el cielo. Pero el halcón no se desanimó. Con un chillido, se lanzó en picado hacia él. En un acto heroico de autoconservación, Grog se quitó el sombrero y lo arrojó como señuelo. El halcón le arrebató el sombrero y se elevó, dejando a Grog a salvo, pero un poco molesto. —Genial. Ahora seré el único gnomo del país sin un sombrero puntiagudo —se quejó, prometiendo recuperarlo en el camino de regreso—. O encontrar uno aún más puntiagudo. De todos modos, un rebelde no sigue las reglas de la moda. El misterio de la gran roca Mientras el anochecer se cernía sobre el desierto, Grog divisó una forma en el horizonte. Era la Gran Roca, o, como decían los rumores, el Gran Queso. Con renovada emoción, llevó a Rustbucket al límite, mientras la moto traqueteaba y rugía sobre la arena. Finalmente, se detuvo frente a su destino. Allí, erguida magníficamente contra el cielo del crepúsculo, estaba la Gran Roca. Y Grog tuvo que admitir que, en efecto, parecía un tanto… cursi. “¿Podría ser?”, susurró para sí mismo, lamiéndose los labios con esperanza y anticipación. Grog se bajó de la bicicleta, se acercó a la enorme roca, sacó su fiel cuchillo y la olió con cautela. Arrugó la nariz con decepción. —Sólo una piedra, ni siquiera un rastro de queso cheddar —suspiró—. Malditas leyendas del desierto. Debería haberlo sabido. El regreso del sombrero puntiagudo Mientras se preparaba para el largo viaje a casa, los agudos ojos de Grog captaron un destello rojo en una rama de cactus cercana. Allí estaba: ¡su sombrero! Evidentemente, el halcón había decidido que no era tan delicioso como parecía y lo había dejado caer en el camino. Sonriendo, Grog recuperó el sombrero, le quitó el polvo y se lo volvió a poner en la cabeza. “Ah, mucho mejor”, dijo, adoptando una pose victoriosa. “Ahora, volvamos a casa y contémosle a la pandilla cómo me enfrenté a los halcones, los cactus y la legendaria Gran Roca”. De regreso al jardín (con algunos cuentos fantásticos) Cuando Grog regresó a Cactusville, el desierto estaba bañado por la luz de la luna y sus compañeros gnomos de jardín se habían reunido para escuchar su historia. Grog respiró profundamente y comenzó a tejer una historia de peligro, aventura y valentía que se volvía más exagerada con cada palabra. “...y fue entonces cuando el halcón descendió en picado, con ojos como brasas ardientes y garras tan afiladas como dientes de dragón, ¡y lo arranqué del cielo con mis propias manos!”, se jactó. Su audiencia se quedó boquiabierta, aunque la mayoría sospechaba que las historias de Grog eran tan reales como las del Gran Queso. Pero eso no importaba. Grog Barbacardo era un pequeño rebelde en un mundo enorme, y cada aventura, real o ligeramente embellecida, era otra insignia de honor. Cuando terminó su relato, Grog se quitó el sombrero e hizo una reverencia, sintiéndose como el héroe que creía ser. El final (o, como diría Grog, “solo el comienzo”) Lleva la aventura de Grog a casa Si te inspira el viaje épico de Grog Thistlebeard y quieres mantener cerca su espíritu aventurero, echa un vistazo a nuestros productos exclusivos que presentan la obra de arte "Tiny Rebel in a Big World" de Bill y Linda Tiepelman. Perfectas para cualquier persona con gusto por la aventura y amor por el arte extravagante, estas piezas llevan las atrevidas aventuras de Grog a tu hogar: Almohada decorativa : añade un toque de espíritu rebelde a tu sofá con esta almohada acogedora y colorida. Tapiz : Transforme cualquier pared en una declaración de aventura con este impresionante tapiz. Impresión en lienzo : da vida al viaje de Grog por el desierto con una impresión en lienzo de alta calidad, perfecta para cualquier espacio que necesite un poco de audacia. Rompecabezas : arma la aventura del gnomo con este divertido y desafiante rompecabezas, ideal para los fanáticos de la fantasía y los juegos. Deja que el coraje y el encanto de Grog te recuerden cada día que la vida es una gran aventura que espera ser explorada.

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