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Twilight Coronation in the Rose Dominion

por Bill Tiepelman

Coronación Crepuscular en el Dominio de las Rosas

En el corazón velado de Rose Dominion, donde los susurros de los antiguos balancean los cielos estrellados y la caricia del sol del crepúsculo adorna la tierra con el toque de un amante, se desarrolla una ceremonia de significado eterno. El mismo aire vibra con una magia tan antigua como el cosmos, y la propia madera respira anticipando la coronación del crepúsculo. El Fauno, señor del bosque salvaje, se mantiene erguido y su imponente forma es una sinfonía del mejor arte de la naturaleza. Sus cuernos, grandes y sinuosos como los viejos árboles que los rodean, están adornados con runas que brillan suavemente, un testimonio del conocimiento sagrado que poseen. Su piel, un tapiz de patrones arremolinados, habla de los secretos de la tierra, y sus ojos, que reflejan la profundidad incalculable del bosque, brillan con la sabiduría de mil vidas. Su cetro, una obra maestra formada a partir de las nudosas ramas de los árboles centinela, es un faro de autoridad, arraigado en el alma misma del bosque. Susurra sobre el poder inquebrantable de la vida que corre por las venas de la naturaleza, un juramento tácito para proteger la santidad de la naturaleza. A su lado, la Reina se encuentra con una tranquila dignidad que contradice el formidable poder que ejerce. Su vestido, una cascada del rojo más intenso, es como un río de rosas en plena floración, cada pétalo adornado con la esencia de la vida misma. Su corona, un frágil pero temible conjunto de zarzas y gotas de rocío de la mañana, enmarca su rostro, un rostro de sereno mando que ilumina la noche con su belleza. El momento queda suspendido en el tiempo , mientras las criaturas del bosque, desde los insectos más pequeños hasta las sombras más esquivas, se reúnen en un círculo silencioso de reverencia. Hay una pausa, un respiro, un latido del corazón, y luego los antiguos robles comienzan su canto, una melodía baja y retumbante que resuena con el centro de la tierra. Las manos de los monarcas se tocan y un escalofrío recorre la tierra. Es el toque que trae la primavera después de los inviernos más duros, el toque que ordena a las rosas florecer, el toque que une el destino de todos los seres vivos. Y mientras pronuncian el voto, el voto que es tan antiguo como las estrellas que miran en lo alto, una oleada de vida explota en un derroche de color y fragancia. Las rosas, guardianas del Dominio, despliegan sus flores en un espectáculo de color, su aroma es un perfume embriagador que llena el aire. Los ríos, captando la última luz del sol, se convierten en plata fundida y sus aguas cantan de alegría. Y arriba, las estrellas brillan de alegría, su luz plateada es una bendición para la tierra. Esta es la coronación crepuscular en el Dominio de la Rosa, no solo una ceremonia, sino la danza de la vida misma, la eterna promesa de crecimiento, de fuerza y ​​de un vínculo inquebrantable entre los gobernantes y su reino. Y a medida que la noche se hace más profunda, el Fauno y su Reina entran en su reino, su reinado es un eco del pulso eterno del corazón del bosque.

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