
por Bill Tiepelman
El infierno se encuentra con el Edén
En la última noche del año, cuando el mundo contiene la respiración esperando el amanecer de un nuevo comienzo, las fuerzas ancestrales despiertan. Mucho antes de las cuentas regresivas y los fuegos artificiales modernos, en la víspera de Año Nuevo se desató una batalla entre dos fuerzas primordiales: el Infierno y el Edén. Su enfrentamiento es a la vez una advertencia y una bendición, una historia que se cuenta en susurros de generación en generación, pero que rara vez se comprende. El despertar A medida que el año viejo se acerca a su fin, se forma un desgarro en el tejido del mundo. Oculto bajo la superficie de la tierra, en una caverna de fuego fundido y raíces enredadas, Inferno se agita. Su cuerpo está forjado con piedra negra agrietada, y palpita con vetas brillantes de magma que fluyen como sangre. Sus ojos brillan con hambre de destrucción, quemando los restos de lo que ya no sirve al mundo. Se alza con un rugido atronador, sacudiendo las montañas y agrietando la tierra. “Ha llegado el momento”, gruñe, su voz resuena con un poder primigenio. “Lo viejo debe arder. Lo que está muerto debe ser olvidado. Lo que es débil debe perecer”. Desde el lado opuesto de la caverna, Eden despierta. Su cuerpo es un tapiz de verdes vibrantes y azules relucientes, su cabello un bosque en cascada de musgo y enredaderas. Pequeños pájaros e insectos brillantes revolotean a su alrededor, y arroyos de agua cristalina caen de las yemas de sus dedos. Sus ojos son tranquilos pero penetrantes, un recordatorio de que la vida es tan frágil como resistente. —Siempre te apresuras a destruir, hermano —dice Edén, dando un paso adelante. Su voz es suave pero firme, llena de autoridad silenciosa—. Pero la destrucción por sí sola es hueca. Si todo lo que dejas son cenizas, ¿quién crecerá de ellas? Inferno gruñe y sus garras raspan el suelo rocoso. “Y tú, hermana, ahogarías el mundo en tu crecimiento infinito. Sin fuego, no hay lugar para la vida. Sin muerte, no hay renacimiento”. —Veamos entonces, como hacemos cada año —responde Edén, con tono firme—. Probemos el equilibrio. La danza eterna Las dos fuerzas entran en la enorme caverna, que se transforma en un campo de batalla sin límites. Sobre ellos, el cielo se divide en dos: una mitad resplandece con fuego, la otra brilla con luz esmeralda y azul. El aire vibra con tensión mientras Inferno carga, sus garras dejan rastros de roca fundida a su paso. Eden se mueve con gracia, sus pasos hacen brotar flores y árboles que crecen en un instante, solo para ser quemados por el calor de Inferno. Cuando él se lanza hacia ella, ella levanta una mano y una pared de enredaderas surge del suelo, bloqueando su camino. Las enredaderas chisporrotean y arden, liberando una nube de vapor fragante. —¿Lo sientes, Infierno? —pregunta Edén, su voz se escucha por encima del crepitar de las llamas—. ¿Las semillas enterradas en tus cenizas? Brotan incluso ahora, en medio de tu furia. El infierno ruge y desata una ola de fuego que abrasa el campo de batalla. “¿Y tú sientes esto, Edén? Tu precioso crecimiento no puede soportar mis llamas para siempre. Tus árboles se marchitan, tus ríos hierven. Todo debe terminar”. Edén avanza sin miedo y su mirada se cruza con la de él. —Sí, hermano, todo debe terminar. Pero tú olvidas que cada final es un comienzo. De tu destrucción, yo traigo vida. Sin mí, tu fuego no tiene sentido. Inferno hace una pausa y entrecierra sus ojos derretidos. Por un momento, la caverna queda en silencio, salvo por el siseo del vapor y el crepitar de las brasas. “Y sin mí”, gruñe, “tu crecimiento ahogaría al mundo. Lo sofocarías con raíces interminables, ahogándolo en tu abundancia sofocante”. —Tal vez —dice Edén, con una leve sonrisa en los labios—. Por eso nos necesitamos el uno al otro. Por eso el mundo nos necesita a los dos. La lección del equilibrio La batalla continúa, cada golpe y contragolpe pinta el campo de batalla con fuego y vida. Las llamas del Infierno consumen el bosque que Edén creó, pero de las cenizas brota nueva vida. Los ríos de Edén extinguen su furia ardiente, pero el vapor se eleva y se condensa en tormentas que alimentan su crecimiento. Es un equilibrio que ninguno puede romper, aunque ambos lo intentan cada año. A medida que el reloj se acerca a la medianoche, Inferno avanza y libera una última y devastadora ola de fuego que consume todo el campo de batalla. Por un momento, todo queda en silencio y el mundo se baña en un extraño resplandor naranja. Luego, del suelo carbonizado surge un único brote verde. Crece rápidamente y se convierte en un árbol que se extiende hacia los cielos, con sus raíces entrelazadas con el núcleo fundido de Inferno. Las dos fuerzas se detienen y sus miradas se encuentran. “Y así, todo vuelve a empezar”, dice Edén suavemente, apoyando la mano en la corteza del árbol. “Lo viejo deja paso a lo nuevo”. Inferno se ríe entre dientes, con un sonido profundo y retumbante. “Siempre encuentras la manera, hermana. Pero un día, tal vez mis llamas ardan con tanta fuerza que ni siquiera tú podrás recuperarte”. —Quizás —responde Edén, con su voz como el susurro de las hojas en el viento—. Pero hasta ese día, seguiré creciendo. Y también lo hará el mundo. El amanecer de un nuevo año Cuando el reloj marca la medianoche, el campo de batalla desaparece y el mundo vuelve a su tranquilo letargo. Los fuegos artificiales iluminan el cielo, un tributo a las llamas del Infierno. Los gritos y las risas resuenan en el aire, una celebración de la promesa de renovación del Edén. La leyenda del Infierno y el Edén ha sido olvidada por la mayoría, pero su lección perdura en los corazones de todos los que celebran el Año Nuevo. Es un momento para reflexionar, liberarse y crecer. Para abrazar la pasión ardiente del cambio mientras se nutren las semillas de la esperanza. Porque sin destrucción y renovación, no puede haber progreso ni vida. Y así, el ciclo continúa, año tras año, mientras el Infierno y el Edén realizan su danza eterna, recordando al mundo el delicado equilibrio entre el caos y la creación. Feliz Año Nuevo, donde el Infierno se encuentra con el Edén, y el pasado da paso al futuro. Dale vida a la leyenda Celebre el equilibrio eterno de la destrucción y la renovación con productos exclusivos inspirados en la leyenda del Infierno y el Edén. Ya sea que desee adornar su espacio o llevar consigo un pedacito de esta historia atemporal, estos artículos son la manera perfecta de encarnar el espíritu de transformación y crecimiento. 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