por Bill Tiepelman
La sinfonía del encantador: Alarico y la magia del bosque de los susurros
En el corazón del bosque encantado, donde los árboles centenarios susurraban secretos de antaño y el viento cantaba melodías de la tierra, vivía un gnomo. Su nombre era Alarico y era conocido como el guardián de los caminos ocultos. A diferencia de otras criaturas míticas cuya existencia estaba rodeada de misterio, la presencia de Alaric era tan real como los imponentes robles y tan vívida como el suave murmullo del arroyo. Los días de Alaric transcurrieron bajo el gran dosel, tejiendo la magia que mantenía el mundo en equilibrio. Sus dedos bailaron con la gracia de un artesano, hilando encantamientos que protegían la antigua sabiduría del bosque. La barba del gnomo era tan blanca como la cima de la montaña, un testimonio de su vigilia eterna. Su sombrero era del brillante tono del atardecer, una corona acorde con su noble deber. Alaric era amado por todos los habitantes del bosque, porque su corazón cantaba una canción de alegría que resonaba en el bosque. Cada pliegue de su túnica , cada rizo de su barba, contenía una historia, una canción o un hechizo. Para el ojo inexperto, podría haber parecido un gnomo humilde, pero para las criaturas del bosque, era el corazón de su mundo. Una tarde, bajo el cielo estrellado, se hizo el silencio en el bosque encantado. Las criaturas se reunieron alrededor de Alaric, con los ojos muy abiertos por el asombro, reflejando el brillo de su colorido atuendo. Con un brillo en sus ojos que reflejaba las estrellas de arriba, comenzó a aplaudir. Los patrones de su túnica brillaron y bailaron con cada aplauso, cada golpe evocaba un nuevo tono, cada golpe un tono diferente, hasta que todo el bosque quedó envuelto en una sinfonía de colores y sonidos. La sinfonía del gnomo no era sólo una muestra de belleza sino un poderoso encantamiento que nutría los corazones de todos los seres vivos. Tejió un tapiz de armonía, entrelazando la esencia de cada criatura con el alma del bosque. Les recordó que la magia no se limitaba a los grandes gestos, sino que estaba presente en los momentos cotidianos, en cada vena de la hoja y en el ala de cada mariposa. A medida que se acercaba el amanecer, con el cielo pintado con la suave luz de la anticipación, Alaric concluyó su sinfonía. Los colores y sonidos se desvanecieron suavemente con la primera luz, al igual que las estrellas que se retiran cuando sale el sol. Las criaturas del bosque sabían que mientras Alaric estuviera allí, la magia del bosque nunca se desvanecería. Se retiraron a las sombras, la calidez de la encantadora sinfonía del gnomo aún persistía en sus corazones. Era una melodía que resonaría en sus corazones para siempre, una canción de cuna para sus sueños y un himno para sus horas de vigilia. En el bosque encantado, bajo la atenta mirada de Alaric, el guardián de los senderos ocultos, la sinfonía de la vida seguía sonando, una melodía interminable de magia, maravilla y armonía.