En lo más profundo del corazón del Bosque Susurrante, donde la luz de la luna bailaba con las sombras y las flores florecían con un resplandor radiante, vivían dos gnomos con reputación de traviesos. Orin, con su barba blanca como la nieve y sus ojos brillantes, era un manitas que pasaba sus días creando ingeniosos artilugios. Lila, con sus rizos de un rojo intenso que asomaban por debajo de su sombrero con corona de flores, era una curandera con una inclinación por beber a escondidas un sorbo de hidromiel encantado de su propio suministro. Juntos, eran los alborotadores más infames del bosque... y su historia de amor más duradera.
Orin y Lila habían sido socios en el crimen y en el corazón durante décadas. Habían robado miel encantada del jardín de la Reina de las Hadas, engañado a un troll para que les entregara su laúd dorado y, una vez, de manera bastante famosa, burlaron a un mago búho gruñón para recuperar una corona de hongos robada. Sin embargo, esa noche, algo era diferente. Esa noche, Orin tenía un plan, uno que no involucraba bromas ni pociones.
La propuesta traviesa
Bajo el arco resplandeciente de flores en forma de corazón que había cultivado en secreto durante semanas, Orin estaba sentado nervioso, haciendo girar una pequeña caja de madera en sus manos. "¿Crees que le gustará?", le susurró a una luciérnaga que zumbaba alrededor de su cabeza.
La luciérnaga parpadeó dos veces, un estímulo silencioso.
En ese momento apareció Lila, con su vestido ondeando como un pétalo al viento. —¿Qué estás tramando, anciano? —bromeó, sus labios se curvaron en una sonrisa cómplice—. Vi el resplandor a una milla de distancia. No estás tratando de atraer a la Reina de las Hadas aquí otra vez, ¿verdad?
Orin se rió entre dientes, acariciando el lugar cubierto de musgo que tenía a su lado. —Esta noche no haré travesuras, querida. Solo tú y yo... y algo pequeño en lo que he estado trabajando.
Una noche de revelaciones
Lila entrecerró los ojos con desconfianza, pero se sentó a su lado y rozó la mano con la suya. La calidez de su tacto, incluso después de todos estos años, todavía le producía un escalofrío. Orin se aclaró la garganta y abrió la caja de madera, revelando un anillo tallado en la piedra lunar más rara, que brillaba con una luz sobrenatural.
—Lila —comenzó, con una voz inusualmente seria—. Has sido mi compañera en todo: travesuras, magia y amor. He engañado a trolls y esquivado maldiciones contigo a mi lado. Pero nunca me he tomado el tiempo de decirte lo que realmente significas para mí.
—Orin —interrumpió Lila, con voz temblorosa por la diversión y la emoción—, ¿me estás proponiendo matrimonio? ¿Después de setenta años de aventuras?
Orin sonrió, el brillo en sus ojos era más brillante que nunca. —Sí. Y antes de que empieces, no, esto no está encantado, no explotará y definitivamente no te pondrá verde el dedo. Soy solo... yo, pidiéndote que seas mío para siempre.
Un giro travieso
Lila tomó el anillo y lo examinó con ojo crítico. Luego, con una sonrisa pícara, se lo puso en el dedo. —Es hermoso —dijo en voz baja—. Pero sabes, Orin, no puedo hacerte las cosas demasiado fáciles.
Antes de que Orin pudiera responder, ella metió la mano en su bolso y sacó un pequeño frasco de líquido azul brillante. “Esto”, dijo, sosteniéndolo en alto, “es un suero de la verdad. Si lo bebes y me dices por qué realmente me amas, diré que sí”.
Orin enarcó una ceja y su sonrisa se hizo más amplia. —Vas a hacerme trabajar para conseguirlo, ¿no?
—Siempre —respondió Lila con los ojos brillantes.
La verdad revelada
Orin tomó el frasco y lo bebió sin dudarlo. El suero actuó al instante, su magia extrajo la verdad de su corazón. —Te amo, Lila —dijo, con voz más suave—, porque eres salvaje y valiente. Porque haces que lo imposible parezca un juego que podemos ganar. Porque eres la única que puede seguirme el ritmo... y la única a la que quiero seguir para siempre.
La sonrisa traviesa de Lila vaciló y fue reemplazada por una suavidad que hizo que sus mejillas brillaran más que las flores que las rodeaban. "Bueno, gran tonto", susurró, inclinándose hacia ella, "has vuelto a robarme el corazón".
Cuando sus labios se encontraron bajo el arco resplandeciente, las luciérnagas bailaron a su alrededor, proyectando su luz sobre el jardín encantado. El suero de la verdad, el anillo de piedra lunar y el arco mágico en forma de corazón, todo se desvaneció en el fondo. En ese momento, solo estaban Orin y Lila, dos almas traviesas unidas por un amor tan eterno y mágico como el bosque mismo.
Epílogo
En los días siguientes, la noticia del compromiso de Orin y Lila se extendió por el Bosque Susurrante. La Reina de las Hadas envió flores encantadas como regalo (quizás como ofrenda de paz por las travesuras del pasado), el trol tocó a regañadientes su laúd dorado en la celebración y el mago búho envió un críptico mensaje de felicitación. Pero nada de eso le importó a Orin y Lila. Estaban demasiado ocupados planeando su próxima aventura, esta vez, como marido y mujer.
Después de todo, las travesuras eran más divertidas cuando eran un asunto familiar.
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