Inferno Fang & Ocean Vein

Colmillo infernal y vena oceánica

El despertar

La leyenda se susurraba en callejones, se garabateaba en los márgenes de textos prohibidos y se contaba en voz baja entre quienes sabían que no debían ignorar los viejos mitos. Una serpiente, inmensa como un río y antigua como los huesos de la tierra misma, dormía bajo la ciudad: guardiana del equilibrio, presagio de destrucción.

Pocos creyeron en la historia, por supuesto. En una metrópolis ahogada por las luces de neón y el bullicio de la industria, no había cabida para los dioses antiguos. Sin embargo, quienes indagaron lo suficiente en la historia de la ciudad encontraron indicios: informes archivados de incendios repentinos e inexplicables en un distrito, mientras que, a pocos kilómetros de distancia, las calles fueron inundadas. Los sobrevivientes hablaban de algo que se deslizaba bajo el asfalto, algo que no debería existir.

Amara Santiago nunca había creído en fantasmas ni en folclore. Periodista curtida por años de cubrir crimen y corrupción, se basaba en hechos, no en cuentos de hadas. Eso fue hasta que recibió un correo electrónico anónimo con una sola imagen adjunta: una fotografía granulada, casi surrealista, de una serpiente con **una mitad envuelta en llamas, la otra chorreando agua, sus escamas brillando con musgo y brasas por igual.** El asunto decía: **"Ha comenzado."**

Al principio, lo descartó como una broma, pero algo la atormentaba: la imagen le parecía extraña, demasiado vívida para ser pura invención. Entonces se desató el **terremoto**.

Los edificios crujieron al temblar el suelo, las alarmas de los coches sonaron y un sonido profundo y gutural resonó bajo las calles. Amara apenas logró agarrar su cámara antes de salir corriendo. Lo que vio la atormentaría para siempre.

A través del pavimento agrietado del **Barrio Viejo**, vapor y fuego estallaron en una manzana, mientras que otra fue engullida por un aguacero repentino, una inundación torrencial que desafiaba toda lógica. Y entonces, lo vio: la silueta de la serpiente, deslizándose justo debajo del paisaje urbano fracturado, **su presencia distorsionando las leyes mismas de la naturaleza**.

El Equilibrio se ha roto. ” Las palabras fueron pronunciadas por un hombre que apareció junto a ella, con el rostro oculto por una capucha. “El Colmillo Infernal ha despertado, y la Vena del Océano no se queda atrás. Has visto las señales, ¿verdad?”

Amara se giró, con el pulso acelerado. "¿Quién eres?"

El hombre ignoró la pregunta y dio un paso adelante como si observara algo invisible. «Fue atado bajo esta ciudad hace siglos, sellado por quienes comprendieron su poder. Pero ahora... ahora las ataduras se están deshaciendo». Se giró hacia ella y, por primera vez, vio sus ojos: uno parpadeando como brasas, el otro brillando con una luz azul profunda. «Tienes una opción, periodista. Puedes huir, fingir que este es otro misterio sin respuesta, o puedes buscar la verdad. Pero recuerda esto: una vez que te adentres en la tormenta, no hay vuelta atrás».

Un segundo temblor sacudió la ciudad, este más profundo, más violento. El sonido de las sirenas llenó el aire, y a lo lejos, más allá del horizonte, el cielo se partió: una mitad ardía en un inquietante resplandor rojo, la otra envuelta en una oscuridad tormentosa.

Los instintos de Amara le gritaban que se fuera, que olvidara esta locura. Pero se había pasado la vida buscando la verdad. Y algo le decía que si no buscaba las respuestas ahora, **no quedaría ningún mundo del que informar.**

Respiró hondo y se volvió hacia el encapuchado. "¿Por dónde empezamos?"

Sonrió con tristeza. «Donde comienzan todos los grandes desastres: al final de una era y el nacimiento de algo nuevo».

Y con eso, descendieron a las profundidades de la ciudad, sin saber que **Inferno Fang y Ocean Vein estaban observando, esperando.**


El ajuste de cuentas

El pasadizo subterráneo olía a tierra húmeda y a algo más antiguo, algo que apestaba a decadencia y tiempo olvidado. Amara siguió al encapuchado a las profundidades de la ciudad, con la mente dividida entre la incredulidad y el instinto de correr. Los temblores en la superficie se intensificaron, y el sonido del agua corriendo resonó por los túneles, mezclándose con el rugido distante de llamas invisibles.

—Se nos acaba el tiempo —murmuró el hombre—. Pronto despertarán del todo. Y cuando lo hagan... —Se detuvo de golpe, mirando las paredes.

La respiración de Amara se entrecortó. **Las paredes se movían.**

No, no son paredes, son **escamas**.

Una presencia colosal y vibrante latía bajo la piedra, con un ritmo lento y mesurado, como algo en los últimos momentos de su letargo. Un lado del túnel estaba cálido, **palpitando de calor**, como si un fuego invisible rugiera justo debajo de la superficie. El otro estaba resbaladizo por la humedad, **cubierto de un denso musgo**, y el aire estaba cargado con el aroma a lluvia.

"¿Qué demonios es esto?" susurró Amara.

—Su prisión —respondió el hombre—. Pero la cerradura se ha roto. Y pronto se levantarán.

El suelo tembló violentamente, casi tirándola al suelo. Un **crack** ensordecedor rasgó el aire, y luego... la oscuridad.

Los ojos de la serpiente

Cuando Amara abrió los ojos, ya no estaba bajo tierra.

Se encontraba sobre un paisaje urbano en ruinas, con rascacielos destrozados y calles inundadas de fuego y agua. **El cielo mismo estaba dividido: un lado era un infierno abrasador, el otro una vorágine de olas furiosas.**

Y en el centro de todo, ella los vio.

El **Colmillo Infernal y la Vena del Océano** habían despertado.

Las serpientes gemelas se enroscaban una alrededor de la otra, enormes más allá de lo imaginable, sus escamas reflejaban la ruina del mundo que debían proteger. Una brillaba con el calor abrasador del núcleo terrestre, y cada aliento enviaba ondas de fuego por el aire. La otra latía con la fuerza de los océanos, y su cuerpo arrastraba torrentes de agua en cascada. **No eran enemigos. Eran equilibrio.**

Y ahora, ese equilibrio se rompió.

El hombre encapuchado apareció junto a ella, su figura entrando y saliendo de la realidad. «Nunca estuvieron destinados a estar separados, nunca estuvieron destinados a despertar separados. La ciudad era su jaula, pero también su armonía. La gente ha roto ese equilibrio: la codicia desenfrenada, la ambición desmedida, la creencia de que eran los amos de este mundo».

Amara sintió que algo cambiaba en su interior, una verdad profunda y dolorosa que le desgarraba el alma. Había pasado su vida persiguiendo la corrupción, exponiendo la podredumbre del poder, creyendo en la justicia. Pero esto... **esto era algo más antiguo que la justicia. Más antiguo que la humanidad.**

“¿Podemos detenerlos?” preguntó.

El hombre se giró hacia ella, con los ojos ardiendo con llamas y lágrimas. "Sin parar. **Elige.**"

Las palabras le provocaron escalofríos en los huesos.

Las serpientes rugieron, sus voces estremecieron los cielos. **Fuego o agua. Destrucción o renovación.**

Amara comprendió, con aterradora certeza, que la decisión nunca había sido suya. Siempre había sido de la humanidad. Y ahora, en este momento, recaía en ella.

La elección final

Su mente corría.

Si elegía Colmillo Infernal, el mundo ardería. El fuego purificaría la tierra, la reduciría a cenizas, y con el tiempo, surgiría nueva vida. ¿Pero a qué precio?

Si eligiera la Veta del Océano, el mundo se hundiría. La civilización desaparecería y la naturaleza recuperaría su dominio. Pero ¿podría la humanidad sobrevivir a semejante renacimiento?

¿O había otra manera?

Las serpientes la observaban, esperando. **Juzgando.**

Ella respiró profundamente y dio un paso adelante.

«No necesitamos destrucción para encontrar el equilibrio», susurró. «Necesitamos comprensión».

Su voz se escuchó a través de la tormenta, a través del fuego, y por un momento, sólo un momento, las serpientes dudaron.

La expresión del hombre encapuchado cambió, hubo un destello de algo casi parecido a la esperanza en sus ojos eternos.

Entonces, el mundo se hizo añicos.

La leyenda continúa...

Cuando Amara despertó, la ciudad estaba entera.

Los terremotos habían cesado. Los incendios y las inundaciones habían desaparecido. El cielo estaba como siempre: gris por la niebla matutina.

¿Había sido un sueño?

Y sin embargo, mientras estaba allí de pie, recuperando el aliento, notó algo debajo de las yemas de sus dedos...

Su piel estaba cálida de un lado y fría del otro.

En algún lugar, en las profundidades del mundo, **el Colmillo Infernal y la Vena del Océano todavía esperaban.**

Mirando.

Juzgando.

Y un día, cuando el equilibrio se rompa de nuevo, se levantarán una vez más.

¿El fin?


Dale vida a la leyenda

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Inferno Fang and Ocean Vein Art Prints

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